Por: Nathalia Andrea Archila G.
Sobre la carrera 70, en un ambiente subterráneo, los fines de semana saben a salsa. El Tíbiri Bar ha estado en esa esquina sobre 15 años, mezclándose, casi incógnito para quién pasa por ahí sin buscarlo. Por ningún lado puede leerse su nombre, solo los sonidos que escapan de él son indicativo para saber que llegaste, al lugar que de inmediato te invita a bailar.
A medida que se bajan por las escaleras el lugar atrapado en el tiempo, congelado. Las sillas y mesas playeras fueron regaladas hace años por una empresa de gaseosas a cambio de que colgaran un letrero luminoso con su nombre; el resto de la decoración consta de viejos cuadros de reconocidos artistas como La Fania All Stars, Daniel Santos y Celia Cruz. La pista de baile no da ha basto para la cantidad de personas que llegan allí todos los fines de semana, así que cualquier espacio libre se vuelve apropiado para continuar bailando. El clima del Tíbiri es uno de sus rasgos característicos, un calor casi asfixiante que obliga a los cuerpos a moverse para huir de la sensación de sudar sin motivo es parte de la magia de este sótano.
La mayoría de las personas que van al Tíbiri son estudiantes universitarios, lo que ha llevado a que este sea reconocido a nivel nacional e incluso internacional, no es raro ver extranjeros bailando que llegaron ahí porque algún colombiano le habló de Medellín y especialmente del sótano donde la salsa es para todos.
La música del lugar está a cargo de Iván Bedoya, ingeniero mecánico de la Universidad de Antioquia, salsómano y testigo de la historia y transformación del Tíbiri y de Sergio Vallejo, abogado de la Universidad de Medellín. Entre ellos existe una especie de pacto frente a la música que se pone en el lugar, y el objetivo es que la gente disfrute el ambiente y se ponga a bailar.
“Yo no salgo de la cabina a bailar, pero yo en la cabina estoy bailando internamente y pienso en lo bacano que sería bailar esto o aquello […] pero si lo que estás escuchando te invita a quedarte sentado y a llorar a la novia que lo dejó o al que se le torció… no mentiras, eso es lo que tiene el Tíbiri, aquí no caemos en ese tipo de música. Hay muchas formas de combinar esta música, de inyectársela a las personas casa ocho días” asegura Iván.
En el bar existe una mentalidad de ofrecer a las personas ritmos diferentes, canciones viejas y nuevas, con sonidos de calidad, que le permita a la gente disfrutar y volver a escuchar esos temas que hace parte de la memoria, pero sin negarle la oportunidad a los nuevos artistas.
La convivencia tranquila en el Tíbiri es muy importante, para Úber Roldán, actual dueño, el ambiente es muy sano porque no importa que se concentre gente de todos los estratos, lo que prima es el respeto y la música. “A mí El Tíbiri me ha traído una satisfacción muy grande, y es que aquí se rompió el paradigma de que el negocio del bar de salsa es el caliente, de malandrines, aquí nadie va a encontrar un rival, no va a encontrar quien le sostenga la mirada o quien le responda la grosería, el que viene acá a pelear, pelea solo”, comenta Úber.
En este espacio se encuentran todos los fines de semana rockeros, salseros, bohemios, extranjeros, todos bailan con todos, todos se unen en un solo gusto, el de la salsa.















