

A solo media cuadra del Parque del Periodista se encuentra ubicada La Papayera, a pesar de portar dicho nombre en el cartel de entrada siempre será recordado y mencionado como El eslabón prendido, ese pequeño bar que se ha dedicado, durante 16 años, a rescatar los sonidos más emblemáticos y olvidados de la salsa. Sus instalaciones son visitadas noche tras noche, de martes a sábado, por locales y extranjeros en busca de sabor salsero.
Las paredes del lugar están adornadas de acuerdo a las dos principales pasiones de sus visitantes, desde Héctor Lavoe, hasta Leonel Álvarez se encuentran ubicados en el pasaje de la fama del lugar, son ellos los encargados de acompañar durante toda la noche y parte de la madrugada a los visitantes que circulan continuamente por el pasillo, bien sea para bailar, para buscar algo de tomar o dirigirse al baño.
Eran las 8:00pm y en el bar solo se escuchaba de manera tímida y opacada el sonido de los timbales resonar, en ese momento predominaba la afición por el futbol de los pocos amigos que habitan el lugar, entre ellos, su dueño Jhon Jairo Jaramillo, fiel apasionado a este deporte, a pesar que no era su selección la que se encontraba jugando, apoyaba a Argentina con el fervor de un hincha de corazón.
“Niñas bienvenidas a mi hogar, espero que se sientan como en casa, le voy a decir al barman que las atienda como se debe”, comenta Jhon Jairo, sin quitar la mirada del televisor, claro está.
Es un lugar pequeño pero acogedor, Jhon Jairo asegura que por eso llaman a su bar el chorizo, su forma alargada hace que la distribución se facilite. La calidez de la gente que lo visita hace que te sientas parte de la comunidad, que durante tantos años, amigos y visitantes han conformado alrededor de los sonidos más recordados de aquellas salsas tradicionales y de su pasión por el baile.
El bar cuenta con 10 mesas a los lados, la acomodación se hace de tal manera que facilite el acceso a la pista de baile en el centro, en la parte de atrás se encuentra un espacio abierto, allí están los baños y la zona para fumar sin tener que salir del lugar. A pesar de ser tan pequeño tiene gran capacidad de albergar bailarines en su pista, todos y todas se ubican de tal manera que se pueda bailar sin necesidad de chocarse con los del lado, y si en la pista principal no encuentra espacio para azotar baldosa puede dirigirse a la parte de atrás, allá también será bienvenido con su pareja de baile.
La gente que frecuenta el bar va desde extranjeros, estudiantes, adultos, aficionados y amateurs de la salsa, es en ese punto de la ciudad donde convergen todo tipo de culturas e ideales, allí no importa quien es quien, puesto que todos están en busca de pasar un buen rato al son de la música.
El ambiente que se vive en el lugar es de amigos, si usted no sabe bailar siempre va a encontrar a alguien dispuesto a tenderle una mano y hasta un pie, con toda la disposición de transmitirle sus fieles conocimientos sobre el ritmo, así que ser principiante no es una buena excusa para dejar de bailar.
El eslabón fue recibiendo visitantes durante toda la noche, y a las 10:30pm se encontraba totalmente lleno. En la pista todos disfrutaban de un buen rato al compás del son, y es en ese momento en el que no existen las diferencias, todos son amigos, todos bailan, cantan y disfrutan, es por eso que el Eslabón siempre ha conservado el reconocimiento y la recordación en el corazón de los amantes del género, no solo por la pasión y empeño que ha puesto su dueño durante todo este tiempo para que el lugar siga en pie, también ha sido gracias a que sus puertas siempre estarán abiertas a todo aquel que desee disfrutar del ritmo, sin discriminación alguna.













